La salud global en riesgo: Estados Unidos quiere cambiar el modo en que se aprueban las vacunas

Bajo la excusa de la transparencia, el gobierno de Trump busca que las nuevas fórmulas se ensayen contra placebo. En medio de un brote de sarampión, otra decisión controvertida del secretario Kennedy, un reconocido antivacunas.

Donald Trump puso al polemista antivacunas Robert F. Kennedy Jr. al frente de la Secretaría de Salud y sucede lo que todos esperaban: decide políticas que siembran dudas sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas. Básicamente, Estados Unidos quiere modificar la forma de probar fórmulas y a partir de ahora todos los sueros nuevos deberán ser chequeados contra placebo. De acuerdo a los especialistas, la decisión podría retrasar el acceso de la población a los pinchazos y sembrar más desconfianza. Se comunica esta modificación, precisamente, cuando el país norteamericano afronta el crecimiento de sarampión, con 900 casos y brotes en 10 Estados. Una nueva embestida contra la salud, de parte de la administración republicana que desde que asumió en la Casa Blanca no para golpear a la ciencia, la tecnología y a las universidades.

Con la excusa remanida de “aumentar la transparencia de los procesos”, en la práctica la medida podría culminar por erosionar la confianza pública en las vacunas. Confianza que, de hecho, en los últimos años no cesa de socavarse.

Contra placebo

A partir de un comunicado de la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, las vacunas deberán testearse contra placebo, es decir, en los ensayos algunas personas recibirán el compuesto activo, mientras que otras una sustancia inerte que no provoca ningún cambio. A partir de la comparación de los grupos, se arrojarán los resultados. A priori, esta es la manera en que tradicionalmente se realizan los testeos para demostrar eficacia y seguridad de las fórmulas. Sin embargo, ¿en dónde está el cambio y por qué genera tantas críticas entre los profesionales de la salud?

La molestia radica en que para enfermedades muy investigadas el método suele ser otro. Es el caso de la gripe, una afección para la que no tendría sentido tener un grupo placebo, ya que las versiones se actualizan cada año de manera automática en función a la cepa del virus que circula. De hecho, brindar en ensayos masivos una sustancia inerte a la mitad de los voluntarios cuando ya existen fórmulas que demostraron eficacia y seguridad puede ser hasta poco ético. Lo que habitualmente se hace en estas circunstancias, entonces, es probar la nueva fórmula que se desee en contraposición a una ya existente y no contra una sustancia que no provocará nada.

Daniela Hozbor, bioquímica e investigadora principal del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de La Plata, amplía a Página 12. “Los ensayos clínicos con placebos no están bien considerados cuando se está probando una nueva vacuna para prevenir una enfermedad para la que ya existe una vacuna efectiva. Sobre todo, por consideraciones éticas: aun habiéndolo, al grupo placebo se lo priva de un insumo que le daría protección”.

Y continúa con su explicación: “Si existe una vacuna segura y eficaz, pero en los ensayos no se suministra se deja al grupo placebo innecesariamente expuesto. El ensayo que se hace es de no inferioridad: a un grupo lo vacunás con la tecnología que se usa y al otro con la fórmula que se quiere probar. Solo se admitiría placebo en los casos en que no hay una vacuna disponible”.

Kennedy juega con fuego

Este cambio que propone EEUU se explica por la posición de Kennedy quien se ha hecho famoso por su cuestionamiento de las vacunas y la relación que, desde su perspectiva, existe entre los pinchazos y el autismo. En efecto, entre otras frases de cabecera, el ahora funcionario suele instar a los padres que “investiguen por su cuenta” antes de vacunar a sus hijos, como una muestra de desconfianza a la ciencia.

Hozbor opina: “Todas las declaraciones de Kennedy, incluso antes de su posición como funcionario, van en contra de la salud pública y de la evidencia. La invitación a que cada ciudadano investigue por su cuenta en el mar de información en el que nos movemos es muy complicado. Si bien hay información que tiene sustento, hay otra que solo expresa opinión. Además, la salud pública no se construye de manera individual, sino a partir de directrices generales y colectivas”.

Sin embargo, su ambigüedad es marcada y su posición se modifica según las circunstancias. A comienzos de abril, al visitar a la familia de una niña fallecida por sarampión que no estaba inmunizada dijo en X: “Vine hoy al condado de Gaines, Texas, para consolar a la familia Hildebrand tras la pérdida de su hija Daisy, de ocho años. Conocí a la familia de Kayley Fehr, de seis años, tras su fallecimiento en febrero. También forjé lazos y un profundo afecto por otros miembros de esta comunidad durante este difícil momento. Mi intención fue venir aquí discretamente para consolar a las familias y acompañar a la comunidad en su momento de dolor”. Hacia el final completa: “La forma más eficaz de prevenir la propagación del sarampión es la vacuna MMR. Hablé con el gobernador (Greg) Abbott y le ofrecí el apoyo continuo del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés)”.

Las vacunas del coronavirus en la mira

La Secretaría de Salud y Servicios Humanos que lidera Kennedy aún no aclaró a qué vacunas se aplicaría este nuevo protocolo, ni tampoco qué entiende como “nuevas vacunas”. La fórmula contra la gripe se actualiza todos los años, en la medida en que el virus muta a gran velocidad. ¿Qué sucedería si puesta al servicio de la población debiera pasar por este engorroso proceso de nuevos ensayos? Una hipótesis es que a causa de nuevos estudios costosos e innecesarios, las campañas de inmunización se retrasarían y, como resultado, menos personas accederían a la cobertura. Reducir la disponibilidad, en última instancia, incrementaría los precios. Así es como las vacunas podrían convertirse en bienes de lujo y el efecto rebaño —protección que solo se consigue de manera colectiva cuando la mayoría está vacunada— jamás alcanzarse.

Las que están en la mira para pasar por ensayos contra placebo son las vacunas aprobadas durante la pandemia del coronavirus. Por la situación crítica que significó el coronavirus llegaron en tiempo récord y salvaron la vida a millones de personas. Sin embargo, quienes están en contra del uso de vacunas –probablemente la tecnología sanitaria más importante de la historia de la humanidad– aprovechan las grietas que dejó la premura de la crisis de la covid para colocar dudas e incógnitas infundadas en las sociedades.

Los movimientos antivacunas se manejan, precisamente, de esa manera: utilizan el escepticismo fundante de la ciencia para colar interrogantes. Se revisten de credenciales, aunque sin demasiada información, porque cuando se presenta evidencia que constata el trabajo maravilloso que realizan las vacunas alrededor del mundo, los grupos incrédulos prefieren mirar para otro lado.

Un comunicado como el de la Secretaría de Salud no tiene otra intención que sembrar aún más dudas. En otro pasaje, dice: “Los sistemas actuales para monitorear la seguridad de las vacunas, incluido el Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas y el de Datos sobre la Seguridad de las Vacunas, no capturan las secuelas causadas por vacunas de manera suficiente”. Y continúa: “Se han convertido en ejemplos de negligencia regulatoria”. Bajo esta premisa, se diseñarán sistemas de vigilancia “que medirán con precisión tanto los riesgos de las vacunas, como sus beneficios”.

La confianza de las poblaciones en las vacunas merma cada año desde 2019. En 2023, ninguna vacuna alcanzó el 90 por ciento de aplicación en la población objetivo, cuando el estándar recomendado es 95 por ciento. En Argentina, la vacuna BCG, fundamental para prevenir formas graves de tuberculosis, registró una cobertura de apenas 69 por ciento.

Gobiernos anticiencia

En materia de salud, los cambios más relevantes se han efectuado sobre los NIH, es decir, los Institutos Nacional de Salud. Aunque constituyen los principales motores de financiamiento del área, ya fueron despedidos más de mil profesionales, que investigaban tratamientos contra el cáncer, la diabetes, enfermedades poco frecuentes y diversas afecciones. Lo que aún significa más: en el plan de déficit cero que propone Trump se planea un recorte de fondos que alcanzaría el 40 por ciento para los NIH.

El comunicado de la secretaría de Salud estadounidense destaca: “El secretario Kennedy no está en contra de las vacunas: está a favor de la seguridad, la transparencia y la rendición de cuentas”. El estilo Trump sigue la coreografía que inauguró Milei en Argentina: la motosierra se combina con auditorías en todos los niveles.

Bajo el pretexto del déficit cero y de la transparencia culminan por asfixiar a las instituciones que se encargan de la producción de conocimientos y de estimular el pensamiento crítico en la población. ¿Será que necesitan sociedades que no piensen demasiado?